How to Understand a Kid with OCD

December 27, 2016

This article originally appeared in the Revista Ya (Chilean Magazine, Spanish).

El trastorno obsesivo-compulsivo puede debutar en la infancia. Con terapias específicas sus pacientes logran una vida armónica. Aquí, el psiquiatra argentino Pablo Goldberg, uno de los grandes expertos en este tema, explica por qué el éxito depende de la consulta temprana.

María Cristina Jurado.

Un niño que no es capaz de abrir puertas porque no quiere contaminarse con los gérmenes del picaporte. Un preadolescente que si llega atrasado cinco minutos al colegio se desespera: el retraso no corresponde a una situación perfecta. Una niña de 14 que no logra dormirse hasta no revisar alarmas, puertas, ventanas y electrodomésticos en su casa. Estas situaciones parecen exageradas, pero son reales. Son algunos de los casos que durante su trayectoria clínica ha conocido el psiquiatra mendocino Pablo Goldberg, director de la Clínica Pediátrica de Ansiedad y Estados de Ánimo del Centro Médico de la Universidad de Columbia en Nueva York.


Pablo Goldberg es un referente en psiquiatría infantil. Entre sus especialidades están la bipolaridad y el trastorno obsesivo-compulsivo en la infancia y adolescencia. Visitó Chile para dictar charlas en la Universidad de Chile y compartió con psiquiatras y pediatras chilenos los avances en el tratamiento de la condición obsesivo-compulsiva, que afecta del 1% al 2% de la población mundial y que se inicia antes del debut de la preadolescencia:

-El primer peak epidemiológico en el ser humano se produce en la preadolescencia, entre los 10 y 15 años. Normalmente los padres acuden a un pediatra, después al psicólogo. El último eslabón de esta cadena es el psiquiatra, que implica cierto estigma y cierto miedo -explica el especialista.

El trastorno obsesivo-compulsivo, conocido simplemente como TOC, engloba a un conjunto de obsesiones y compulsiones que aparecen en la infancia y en la adolescencia, y que si no son debidamente tratadas, pueden amenazar el equilibrio de quien lo sufre. Por eso -enfatiza Goldberg-, hay dos reglas de oro a respetar: un pronto diagnóstico y el tratamiento con un especialista. Porque, por mucha buena voluntad que tengan padres y educadores, solo un psiquiatra entrenado especialmente o "coach" -como se denomina en Estados Unidos- sacará adelante al paciente con efectividad.

Hoy se sabe que, debidamente tratados, estos niños dejarán atrás sus dificultades y podrán reinsertarse. Recuperarán su equilibrio. Un síndrome que se ha familiarizado entre la población mediante personajes como el que interpretó Jack Nicholson en "Mejor Imposible" y que le valió un Oscar.

-Todas estas cosas se conocen gracias a Hollywood y al teatro, lo que no quiere decir que las películas les hayan dado el significado real que tienen. La sintomatología es tan singular y tan peculiar, que muchas veces queda como algo ilustrativo, que puede sonar gracioso. Sin que lo sea.

Los síntomas 

Se han individualizado poco más de media docena de síntomas característicos que, a simple vista, suenan más llamativos que alarmistas. Explica el doctor Goldberg que cada obsesión se contrarresta con una compulsión, que es su factor psicológico compensatorio.

-Entre las obsesiones más comunes está la de la contaminación. Su compulsión es el aseo exagerado. Son chicos que viven lavándose las manos o se pueden pasar una hora en la ducha para sentirse limpios.

Una segunda obsesión muy común es la seguridad. "Sentir que si no cierran puertas y ventanas y no está todo bien asegurado, algo va a pasar en la casa y va a ser su culpa".

Un tercer rasgo observable en los menores con TOC es la búsqueda de perfección.

-Sienten que las cosas deben estar absolutamente perfectas, o no van a funcionar. Un ejemplo recurrente es el del pequeño que escribe una frase y la borra y la reescribe una y otra vez porque "no está perfecta". Así, nunca avanza. En Estados Unidos hemos observado que hay casos que terminan con un niño que ya no puede ir a la escuela. Pero estos son los casos severos.

Una obsesión adicional es la simetría. Según Goldberg, a la búsqueda de perfección se agrega la necesidad de que todo esté siempre equilibrado. Si se tocan una pierna, tienen que tocarse la otra. Si hay un juguete a la izquierda, ponen otro igual a la derecha. Si dan un paso a un lado, tienen que darlo, exactamente igual, al otro.

Otra obsesión identificable son los pensamientos intrusivos. Son ideas recurrentes y repetitivas que se forman en la cabeza, a pesar de la voluntad. Dice Goldberg:

-Hay niños que no pueden contar números pares o números impares y tienen que hacer, como compulsión, que la cuenta siempre termine en un número par o impar.

Probablemente haya más obsesiones, pero estas son las más comunes. La ciencia ya las tiene identificadas y ha creado terapias específicas.

Padres atentos,
padres cómplices

Las últimas investigaciones revelan un nexo genético y biológico en el trastorno obsesivo-compulsivo.

-Hay una gran incidencia genética, aunque no se ha podido determinar todavía cuál es el enlace genético con los padres. Pero es muy característico que niños de padres ansiosos puedan desarrollar algún tipo de ansiedad y, en algunos casos, el TOC -puntualiza el experto.

Los papás son -revela la experiencia médica- quienes están mejor situados para observar a su hijo, por su cercanía. Si un papá se da cuenta de que su hijo está aislado en el colegio, si nota algo que se desalinea en su escolaridad, si ve que sus ritmos neurovegetativos -sueño y apetito- comienzan a trastocarse, tiene que poner atención. Sin caer en el miedo. En el TOC infantil, un padre atento es el primer paso hacia el éxito.

Pero en esta cruzada paternal hay una trampa. Explica Pablo Goldberg:

-La actitud de los padres es, en forma natural, querer proteger a su hijo. Caen generalmente en la trampa de ser cómplices del niño porque lo quieren ayudar.

Los psiquiatras infantiles observan que en casos TOC, y como el niño siempre esconde sus síntomas, hay un papá que prefiere seguir el juego y otro que quiere enfrentar el problema.

-En inglés al padre cómplice se le llama 'padre acomodador', porque se acomoda a la situación.
En general, ambos progenitores terminan por llegar a una conclusión que permite que el niño reciba ayuda.

-¿Cómo se trata en la infancia y adolescencia a un paciente con TOC?

-El tratamiento estándar es una combinación de psicoterapia y medicación, pero la primera es protagónica. Se trata de la psicoterapia cognitivo-conductual, que se desarrolló con fuerza en Filadelfia, Pensilvania, en los 50 y surgió como reacción al psicoanálisis.

Es una terapia particular. El terapeuta expone, gradualmente, al niño o adolescente a lo que más lo estresa: si es contaminación, debe tocar el picaporte sin lavarse las manos. Si es perfección, no puede borrar las frases mal escritas. "Desde el punto de vista científico, es una terapia que ha demostrado mucha efectividad. Parece simple, pero es el tratamiento más difícil, incluso más que tomar la medicación". La buena noticia es que, con dedicación y supervisión, el niño o el adolescente vuelve a su equilibrio y, con esto, recupera su vida escolar y social.

Pero ¿cómo se miden los avances? El terapeuta -dice el psiquiatra Goldberg-, dispone de métodos científicos que miden la ansiedad de su paciente. Y la psiquiatría ha comprobado que si el tratamiento es correcto, el estrés negativo cede.

El especialista resume:

-El TOC es una condición con exacerbaciones y remisiones. A temprana edad afecta más a los hombres, pero a medida que se entra en la adolescencia, los sexos se equiparan. Lo importante es que se puede manejar y lograr que el paciente lleve una vida armónica.